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"Huele a más dinero para mí", dice un granjero gringo. Luego muestra los criaderos en que hacen crecer a los pollos. La técnica es la siguiente: gracias a las hormonas los pollos demoran 49 días desde que nacen en estar listos para ser procesados, es decir, crecen más en 49 días de lo que deberían crecer en tres meses. ¿El resultado? Enormes pechugas de pollo. Saca tú la cuenta de las ganancias si en menos tiempo tienen más carne. Pero el problema es que los pollos crecen en inmensos galpones donde no ven la luz del sol. Están tan hacinados que no pueden dar más de cuatro pasos, y aunque quisieran no son capaces de caminar porque... ¡sus huesos no resisten el peso de su propio cuerpo! Dos pasos y al suelo. Más que pollo parecen culebras.
El documental analiza a la industria ganadera y agrícola. Muestra las precarias condiciones laborales de los trabajadores e inmigrantes indocumentados, algo que los temporeros en latinoamérica conocen bien.
"La industria no quiere que sepas la verdad sobre lo que comes porque si supieras quizás no querrías comerlo". Es la tesis del documental que más que criticar pretende informar al consumidor para que haya diálogo y tome mejores decisiones.
Aunque no les voy a contar el final, la cinta da posibles soluciones y llama a que el consumidor manifieste su opinión y vote con el tenedor.
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